De acuerdo con ONU Mujeres se han tenido grandes avances en la presencia de mujeres en el sector industrial y el desarrollo tecnológico; sin embargo, la brecha sigue siendo grande.
En su informe Las Mujeres en la Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en América Latina y el Caribe de ONU Mujeres se destacó que sólo el 3 por ciento de los premios Nobel en ciencias ha sido entregado a mujeres.
En América Latina el panorama es un poco más alentador, pues se registra que el 45 por ciento de los estudiantes de ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas son mujeres, pero esta cifra se reduce en tanto se eleva el grado de especialización y desarrollo en el campo profesional.
Una mujer ingeniera que dejó un gran legado
Si hablamos de una mujer que dejó un gran legado en el campo de la investigación y la ingeniería, tenemos que recordar a Stephanie Kwolek, ingeniera química que, mientras colaboró con DuPont, logró desarrollar una fibra de arámida que ha salvado miles de vidas durante más de 50 años: el Kevlar®.
Este compuesto de alta resistencia es utilizado, principalmente, en equipos de protección personal como chalecos antibalas y cascos balísticos, pero también en diversos campos de la industria, pues sus resistencia y maleabilidad permiten emplearse en campos de las telecomunicación, la construcción, la movilidad y hasta en el desarrollo de tecnología aeroespacial.
Kwolek nació el 31 de julio de 1923 en New Kensington, Pensilvania. Al concluir con sus estudios comenzó a trabajar en DuPont como química ingeniera polimérica y desarrolló gran parte de su carrera en el laboratorio de fibras textiles.
Su objetivo era inventar una fibra que fuera más resistente que el nylon; sin embargo, después de distintos experimentos y pruebas logró formar en 1985 el poliparafenileno tereftalamida, una componente incluso más resistente que el acero y sobre todo más ligero. La compañía comenzó a comercializar el Kevlar® en 1972, este material tiene actualmente más de 200 aplicaciones.
Esta invención trajo consigo diversos reconocimientos, entre ellos su ingreso al Salón Nacional de la Fama de Inventores en 1994.
Con el paso de los años Stephanie se convirtió en un ejemplo a seguir para las ingenieras o estudiantes del área. Durante su vida siempre buscó impulsar a las mujeres a cumplir sus metas y animarlas a especializarse bajo disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (Educación STEM), cuyas ramas anteriormente eran elegidas únicamente por hombres.
Información proporcionada por DANIELA GARCÍA / ALTERPRAXIS
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